Un buen diseñador tiene que convertir la gráfica en algo más que un trabajo. Su tarea debe transformarse en sorpresa, en comunicación emocional, en memoria.
Según Alberto Corazón la gráfica es un termómetro social. Dice que cuando viajas a una ciudad, la gráfica cotidiana, la señalización del aeropuerto, los carteles, el programa del concierto, el menú del restaurante... son el reflejo social de ese lugar. Son estos soportes los que están haciendo una descripción en tiempo real del territorio.
Eso es lo que ocurre con Gijón, que tiene una gráfica fresca, moderna, consecuente con la época y los acontencimientos culturales que vive.
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