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Maier no
revelaba muchos de sus carretes porque no se lo podía permitir. Sólo tomaba
fotos sin descanso y sin que aparentemente le importara el resultado final.
Una
parte importante de su vida la dedicó a ser niñera de una familia.
En 2007 John Maloof estaba buscando información para escribir un libro de
historia sobre Chicago y
acudió a una subasta donde compró un archivo de fotografías por unos 380
dólares. La casa de subastas los había adquirido de un almacén
guardamuebles porque Vivian Maier había dejado de pagar las cuotas del alquiler de su casa y le habían quitado sus pertenencias.
John Maloof comenzó a revisarlo y lo desechó para su investigación. Decidió
revelar una parte y revender el resto en Internet. Fue entonces cuando el
reputado crítico e historiador de fotografía Allan Sekula se puso en contacto
con él para evitar que siguiera dispersando aquel material prodigioso y lleno
de talento.
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